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Crónica de un amor eterno entre la gente y la selección

Hay relaciones que no son sencillas de explicar, porque no fue fácil sacarlas adelante y batallaron y tropezaron infinidad de veces. Pero cuando encontraron el punto dulce, ese que solo se siente ...

Hay relaciones que no son sencillas de explicar, porque no fue fácil sacarlas adelante y batallaron y tropezaron infinidad de veces. Pero cuando encontraron el punto dulce, ese que solo se siente y no se puede expresar en palabras, el idilio resulta encantador. Ojo, no es fácil sostenerlo, porque siempre hay histerias, intolerancias y demás cuestiones que pueden complicarlo todo. Pero solo hace falta detenerse a observar cómo se miran, cómo se sonríen y cómo se admiran para comprender que hay un vínculo increíblemente poderoso. Por eso el seleccionado argentino enamoró a los hinchas y ellos, los de a pie, los simples mortales se entregaron por completo. Comenzaron a confiar el uno en el otro con el golpe en el Maracaná por la Copa América, se entregaron y viajaron miles y miles de kilómetros para acompañar a Lionel Messi en la aventura de Qatar, salieron a las calles 5.000.000 de almas a agradecerles y en la noche de la gratitud eterna se emocionaron todos como nunca.

No es fácil lo que lograron, porque en estas tierras no se sabe mucho de tolerancia cuando se trata de fútbol. Sin embargo, sucedió algo que excede un resultado. Porque la corona en Qatar fue el cierre perfecto, pero si no hubiera sucedido nada de todo aquello, la gente ya sentía que lo que habían hecho Messi, Dibu Martínez, Ángel Di María, Enzo Fernández, Nicolás Otamendi, Julián Álvarez y todo el equipo los representaba en las virtudes y en los defectos. Y quizá allí está la clave de este amor que no luce para nada tóxico.

Quizá ver a Lionel Scaloni emocionado dedicando el momento más importante de su carrera deportiva a su padre que estaba en las tribunas del Monumental sea uno de los guiños que hace que la gente lo sienta cerca, genuino. Es posible que ver a Lautaro Martínez tomar el micrófono para cantar contra Francia o Brasil sea un gesto que los identifica, aun cuando ese tipo de actitudes estén lejos de ser lo más profesional. Pero qué les importa si la gloria está en casa. Tal vez ver a Messi riendo como un nene, sea lo que permite que los hinchas se terminen de convencer que exuda rosarino.

Es un abanico muy amplio el que se despliega ante los ojos de esta relación tan intensa. Porque como toda relación, ninguna es perfecta. Y hasta lo que no está bien se justifica cuando todo reluce. Así que los jugadores también encantaron a los hinchas desde costados menos racionales, mucho menos lógicos y totalmente desmedidos. Solo así se explica que se celebre la “batalla con Países Bajos”, que se arengue el pelotazo de Paredes al banco de suplentes, se validen con risas los insultos de Dibu Martínez al cuerpo técnico neerlandés, se vea lógico el gesto de Otamendi para sus rivales y que se hagan remeras con el “Andá pa’ allá bobo”, de Messi.

Pero claro, es tan sano el amor que están viviendo, que cuando ellos, los protagonistas, los que vivieron desde adentro de la cancha cada situación, reconocieron que quizá no fue la mejor versión de ellos mismos, que se dejaron ganar por las emociones y que el capitán del equipo hasta dijo “no me gusta verme así”, en referencia a su pelea con Wout Weghorst, logró que se encolumnen también varios detrás de ese arrepentimiento. Aunque hay que ser sinceros: nadie quiera dejar de usar la frase de capitán.

Entonces, cuando las conexiones resultan casi ideales, no parece haber ni el más mínimo ápice de demagogia cuando Scaloni dice que lo que lograron es para la gente. Por eso, en los días previos al 18 de diciembre de 2022, salieron rumbo a Qatar aviones y más aviones para estar en la final contra Francia. Por eso los fanáticos inundaron las calles tras la consagración y cuando los volvieron a tener por aquí no duraron en pararse sobre los techos y los baúles de sus autos para poder ver a los campeones del mundo mientras se entrenaban en el predio de Ezeiza. Si hasta abarrotaron Palermo para decirle gracias a Messi cuando fue a comer a un restaurante. Por lo tanto, la emoción por verlos con la Copa del Mundo en el Monumental no podía ser de otra manera que con lágrimas.

En definitiva, este equipo, este grupo de muchachos, encantó y la gente los aceptó, porque de verdad que ellos, los jugadores, no son más que hinchas que juegan bien a la pelota. Son ídolos, pero a los que les pasan las mismas cosas que a todos, que insultan, que se equivocan, que pueden reconocer lo que está mal, que se emocionan sin importar qué piense otro, que dejan la piel por los colores y por la camiseta, esa idea tan argentina, que cuesta encontrarla en otro punto del mapa. Entonces, cómo no creer en el amor eterno.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/cronica-de-un-amor-eterno-entre-la-gente-y-la-seleccion-nid25032023/

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