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Dejó Argentina en el pasado, vive en un país que lo sorprende, pero no cree en los arraigos: “Bolsillo vacío con corazón lleno mueve montañas”

Algunos seres humanos son arraigados, precisan los aromas que desprende su barrio, los árboles de la esquina de siempre, los rostros familiares, los sabores de la infancia y el acento propio flota...

Algunos seres humanos son arraigados, precisan los aromas que desprende su barrio, los árboles de la esquina de siempre, los rostros familiares, los sabores de la infancia y el acento propio flotando en las conversaciones. Otros, sin embargo, parecieran haber nacido desprendidos, transformándose en nómadas, en espíritus errantes para el mundo ordinario. Espíritus aventureros para aquellos con alma de Goldmundo.

El argentino German Herlein, un viajero incansable, llegó a Chile en 2016, tras una travesía por el mundo que se prolongó por dos décadas y que seguro en algún momento continúe su camino. Explorador por naturaleza, dejó la Argentina dispuesto a ver qué había más allá y fue aquella misma curiosidad la que lo llevó a vivir y trabajar en Brasil, Uruguay, España, Suecia, Suiza, Francia, Dinamarca, Italia y numerosas ciudades de Estados Unidos.

“Eres un patiperro”, le dijeron cuando pisó suelo chileno, para referirse a una forma muy propia de denominar a los trotamundos.

“Intenté en Argentina, pero fue imposible”: con aviones, cumplió el sueño de la infancia en una pequeña comunidad de Eslovenia

Dejar la Argentina para salir a trotar por el mundo: “Bolsillo vacío con corazón lleno mueve montañas”

German nunca tuvo la necesidad de irse de Argentina, así como tampoco decidió irse de Brasil, Suecia, Francia o ninguno de los países en los que habitó: “Jamás fue un `irme de´, sino más bien un `ir a´. Nunca tuve la necesidad de exiliarme, como pasa a veces en la historia mundial”, dice, mientras rememora sus andanzas.

La inquietud, en cambio, fue su motor desde el comienzo. Desde niño, German trataba de descifrar el mundo a través de las melodías que llegaban a él. Podía percibir un fuego que crecía en su interior, una necesidad por develar otros universos más allá de sus calles y sus paisajes habituales. Ya en su juventud decidió hacer de la música su profesión y modo de vida, un camino apasionante y sinuoso. Pero ¿cómo conquistar un sueño tan inmenso como el de ver el mundo?

“Tenés que usar el corazón, no pensar en lo económico nada más. Bolsillo vacío con corazón lleno mueve montañas”, asegura. “Como músico quería escuchar de cerca a otros. Los lugares se diferencian culturalmente en aromas, músicas y costumbres. Pero como viajero, al mismo tiempo, necesitás sobrevivir con la música y sin la música, todo eso hace que te reinventes”.

Y así, dos décadas atrás, German empacó unas pocas pertenencias y dejó Argentina, embebido de coraje y dispuesto a hacerse camino al andar. Ya no recuerda qué le dijo su familia al anunciar su decisión, tampoco los amigos: “Jamás me importó cómo lo tomara el entorno, cuando tenés la energía puesta en un sueño vas más lejos de lo que supondrás, cambiás tu perspectiva de las cosas”.

La llegada a Chile: “No se quedan lamentando como en una novela italiana”

Tras años atravesados por culturas radicalmente diferentes a la argentina, bajar a Chile se sintió como el espejismo de un volver. Tal vez era la cercanía, esa atmósfera latinoamericana que German sintió inmediatamente en el aire andino. Atrás habían quedado los paisajes gélidos escandinavos, la arquitectura y los sabores centroeuropeos, así como las aventuras por las rutas norteamericanas, donde el estado de California provocó en él los mayores impactos: “Es increíble la apertura cultural, a la gente no la juzgan por cómo es o cómo se viste. Hay un concepto open mind automático”.

Ante German, su nuevo hogar se presentó peculiar. Tras un período en Santiago, salió a la ruta dispuesto, como siempre, a vibrar su cultura a través de la música. En el camino halló una geografía particular y positiva en sus distancias: “nunca lo vi en el mundo”, asegura. “Poder estar a una hora y media de la cordillera y del mar, y tanta variedad de climas de norte a sur”.

Pero German también experimentó sus temblores, y apreció el respeto que imponen sus volcanes y marejadas en un territorio siempre en acción, donde sus habitantes lo introdujeron a una cantidad de palabras que jamás había escuchado en otros países de habla hispana: “siempre se aprende algo nuevo”.

“Chile se siente más parecido a la Argentina por la cercanía, claramente, pero si buscase un motivo muy abarcador que nos diferencia, diría que nosotros somos más `italianos´ con todo lo que eso conlleva, negativa y positivamente”, reflexiona. “Pero la realidad es que somos países mapuches de culturas milenarias muy sabias con respecto a la vida, y eso nos une, más sabias que el colonialismo, no hay que perder la memoria”, continúa.

“Cuando recorrés muchos lugares en el mundo te das cuenta de que Latinoamérica es bastante parecida entre sus países, pero percibo en la gente chilena una similitud particular con la caribeña, que, a pesar de una catástrofe, o que el día fue malo, se levantan y van a querer pasarla bien. No se quedan lamentando como en una novela italiana. Eso es genial. A su vez, es una sociedad más tranquila y se toman su tiempo para hacer las cosas”.

Trabajo y reinvención constante: “Las oportunidades están en vos, si podés ser un camaleón y mimetizarte se hace más fácil”

Los años transcurrieron intensos. En Chile, al igual que en cada país en el que habitó, German aprendió a reinventarse, palabra que lo acompañó desde su primera juventud y que lo nutre cada día.

La pandemia, algo que ni él ni nadie buscaba, lo obligó una vez más a transformarse, a revisar su vida y aprovechar cada oportunidad a su paso. Como nómade, no había lugar dónde volver, tan solo debía permanecer en el puerto elegido para vivir el presente creado, el único tiempo real.

Y así, desde su llegada a Chile trabajó como carpintero, construyendo casas de norte a sur, jamás dejó de dar clases de música y tocó en un gran teatro: “También tengo un estudio de tatuaje”, agrega. “Me aburriría hacer una sola cosa”.

“Si te movés las cosas salen. Yo creo que las oportunidades no están en el país, están en vos, si podés ser un camaleón y mimetizarte se hace más fácil. Podés incluso tener mejor oportunidad que un nativo, dependiendo de tu persona, en cualquier lugar del mundo. El tiempo es cambio, no me visualizo por décadas en el mismo lugar. Trabajé en múltiples oficios, y si te enfocás y eso lo hacés lo mejor posible saldrá excelente”.

“Cuando vivís afuera las adversidades no van solo de la mano económica, tenés que estar abierto a entender las distintas culturas, algo que considero intrigante y que le pone suspenso a la vida”, continúa. “Por otro lado, la oportunidad laboral, la que sea, debe ser una causa para pasarla bien, no para abrazarla con mentalidad económica”.

Regresos y aprendizajes: “No juzgo ni idolatro”

“Era allí un extraño, no tenía patria, y un mundo desconocido me aguardaba” (Narciso y Goldmundo, Hermann Hesse).

Tal vez con un sentir similar al del fragmento de Hesse, veinte años atrás German comenzó a trotar por el mundo, entregado a lo incierto y dispuesto a impregnarse de sonidos, paisajes, temperaturas, conversaciones y sabores. En su travesía abrazó su espíritu desapegado, aprendió a despojarse de las metas enfocadas en lo material, así como de los pasados.

A la Argentina regresó tal como podría regresar a cualquiera de los países en los que vivió, de visita, para ver a sus seres queridos: “Al país volví algunas veces para ver a mi madre y mi hermana”, dice. “Pero no soy nostálgico, no me aferro a las costumbres de ningún país. No juzgo ni idolatro, mi vida en Argentina quedó en mi historia, al igual que otros países, solo quedan amistades”.

“Mi experiencia de vida me demuestra que uno aprende todos los días. Hay un proverbio árabe dice que cuando uno viaja ve más”, continúa. “Es así, pienso que uno siente más los aromas y observa mejor las costumbres. Cuando empezás a vivir en otro país, también aprendés que, detrás de ese acento e idioma, hay una idiosincrasia que te va a enseñar cosas que no sabías. Y si uno tiene para aportar, mejor”.

“Siempre acepté las culturas como son, uno no puede pretender que se adecuen a uno, sino que uno debe hacerlo con el entorno y dejarse sorprender, como con la buena música. Pero en el camino siempre sigo siendo el mismo, en distintos idiomas y costumbres, es un desafío divertido. A veces pienso que cumpliré 80 años y puede que esté viviendo vaya a saber dónde”, concluye.

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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/dejo-argentina-en-el-pasado-vive-en-un-pais-que-lo-sorprende-pero-no-cree-en-los-arraigos-bolsillo-nid15032023/

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