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La pequeña ciudad vecina de Italia de nombre difícil, vida slow y sorprendente cocina

Subir al auto con música en italiano y terminar el viaje dos horas más tarde con canciones en esloveno: es el trayecto sencillo que se cubre de Venecia a Ljubljana. Una excursión que puede hacer...

Subir al auto con música en italiano y terminar el viaje dos horas más tarde con canciones en esloveno: es el trayecto sencillo que se cubre de Venecia a Ljubljana. Una excursión que puede hacerse en un ida y vuelta en una sola jornada, aunque conviene estirar la estadía. Las razones para hacerlo son buena gastronomía, bodegas, naturaleza, calidez y relax, todo distribuido en un territorio a escala humana, para recorrer en bici o a pie.

Eslovenia es uno de los países más jóvenes de Europa. Tuvo su origen en un desprendimiento de la ex Yugoeslavia, que se produjo el 25 de junio de 1991. El conflicto armado que sirvió de quiebre aún está en la memoria de los locales con cierto grado de condescendencia: las luchas duraron apenas diez días, no hubo enfrentamientos importantes. Fue el primer desprendimiento de la antigua federación. Apenas 13 años después ya era parte de la Comunidad Económica Europea y del área de Schengen. En 2007 adoptó el euro como moneda.

Su capital es la bellísima Ljubljana. Una ciudad de casi 300 mil habitantes que, desde su nombre suena a melodía. Vibrante, de la mano de los 50 mil estudiantes que caminan sus calles, el origen de su denominación sigue siendo una incógnita. Durante la Edad Media la locación y el río que la atraviesa, eran conocidos por los viajeros como Laibach. En documentos pasados tanto de origen británico como italiano se la conoce como “Lublana”. No se sabe muy bien cómo se entrelazaron ambos vocablos, pero los eruditos de la lengua coinciden en que la clave está en el vocablo esloveno ljub que significa “amar, gustar”. Nada puede ser tan valedero para este sitio como esos calificativos.

El esquivo río Ljubljanica que atraviesa la ciudad está rodeado de cafés al aire libre, donde sentarse a tomar algo no es privativo ni en medio de enero, cuando las temperaturas se escurren bajo cero. Tiene un parecido a Szasburgo, en Austria: el castillo sobre la colina que escudriña todo, las torres de las iglesias que ayudan a ubicarse, los techados rojos clásicos cuando la nieve los abandona, el caminar intrincado donde siempre se llega a algún sitio interesante.

La recorrida turística puede comenzar por el Castillo de Ljubljana (16 euros con ascenso, o 12 euros si sólo se paga el ingreso al monumento). Conocido con ese nombre desde hace 900 años, se puede visitar en funicular, aunque también se puede llegar a pie. En sus salas se exhiben muestras de arte, alberga una cafetería, una discoteca, un bar de vinos y dos restaurantes (Strelec y Gostilna na Gradu). Arriba, amerita acceder a la Torre Mirador y recorrer las murallas del castillo porque ofrecen las más hermosas vistas de la ciudad. Allí se encuentra un museo sobre la historia de Eslovenia, uno de marionetas y una serie de salas históricas como la Capilla de San Jorge y la Prisión.

Ljubljana de Plečnik es un conjunto de monumentos diseñados por el arquitecto Jože Plečnik (1872-1957) que se han incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO y está considerada como una de las obras de arte totales más importantes del siglo XX. El recorrido por todas sus construcciones se puede hacer con una app gratuita que se llama NEXTO Ljubljana. Jože fue el responsable de darle forma a la ciudad. Intentó aplicar enfoques modernos mientras intentaba conservar los atributos de ciudad antigua, inspirada en Atenas. Las obras más conocidas incluyen el edificio de la Biblioteca Nacional, los diques y puentes del río Ljubljanica. Es imperdible el Puente Triple y el de los Zapateros, el Mercado Central, el Teatro de Verano Križanke, el Estadio Bežigrad y la iglesia de San Miguel.

Aunque no fue hecho por el arquitecto, el Puente del dragón es el sitio preferido para las selfies, porque, dice la leyenda, que quien no se detiene allí, no ha visitado Ljubljana. Este ser mitológico es símbolo de la ciudad desde finales de la Edad Media. Las esculturas de dragones magistralmente diseñadas en el Puente del Dragón (construido en 1901) dan miedo y son magníficas al mismo tiempo. De estilo Art Nouveau, fue construido entre 1900 y 1901. Es la primera obra local realizada en hormigón armado y una de los más grandes de su tipo en Europa.

Una colectividad amigable

La vida social es slow, profusa y relajada. Ubicado en las plazas Vodnikov trg y Pogačarnev trg, el Mercado Central (de lunes a viernes de 7 a 16, sábados de 7 a 14) es uno de los sitios preferidos de reunión para los locales. En Eslovenia se prioriza el consumo de productos cosechados en el país, todos bajo un consciente cultivo orgánico y con marca geográfica protegida. No existen leyes que lo reglamenten, no es necesario. La preocupación por la comida sana, genuinamente producida y comprometida con un entorno sostenible atraviesa todas las industrias de gastronomía local. En el mismo mercado, los viernes desde mediados de marzo hasta finales de octubre, la plaza Pogačarjev trg alberga un mercado de alimentos único donde los chefs de los restaurantes eslovenos preparan varios platos de todo el mundo.

Si se debe hacer una cita, el sitio de encuentro es la plaza Prešernov trg, un antiguo cruce de caminos que data de la época de los romanos. Allí mismo se encuentra la iglesia franciscana de la Anunciación que data del siglo XVII y se destaca por su fuerte color salmón. Pararse allí sirve para hacer un recorrido a los palacios burgueses de finales del siglo XIX que se construyeron luego de un letal terremoto. Hoy siguen todos en pie y se reutilizaron: Frisch House (Frischova hiša) y Seunig House (Seunigova hiša) en la calle Čopova ulicaalberga la farmacia Centralna lekarna; Urbanc House (Urbančeva hiša), Hauptman House (Hauptmanova hiša) y Mayer Palace (Mayerjeva palača).

Como todo aquí, a pocos pasos, se llega a la preciosa catedral. Se construyó sobre un antiguo templo romano que databa del 1200. Fue siendo reemplazada, incendiada, derribada en parte hasta que un diseño del arquitecto jesuita Andrea Pozzo la llevó a su forma actual. Su interior sorprende con arte de pintores italianos. La más reciente obra es la escultura del ingreso que intenta reproducir la historia del país.

El Museo de la Ciudad (martes a domingo 10 a 18) es de una delicadeza y un genio museístico pocas veces visto. En un país que apenas supera los 30 años de vida, crear un sitio que intente recuperar con inteligencia el pasado, no es una tarea sencilla. Aquí se puede ver concepto, creatividad, piezas únicas del pasado más antiguo (celta y romano) y recuerdos de la época soviética. Entre otros atractivos recupera Emona, el camino romano de Ljubljana, reúne más de 200.000 objetos y se destacan dos hallazgos: la rueda de más antigua del mundo con un eje de madera y una punta de flecha del mismo material de alrededor de 40.000 años.

El parque Tivoli Park es uno de los grandes pulmones verdes con que cuenta la ciudad, con senderos interminables que se trepan por las laderas de la colina Rožnik y permiten un escape a la naturaleza desde el centro de la ciudad. Con una galería al aire libre en el paseo Jakopič que exhibe periódicamente fotografías de gran formato.

Šiška es una ciudad dentro de una ciudad. Un barrio cultural que fue, hace tiempo, un suburbio, pero hoy reúne a los mejores artistas callejeros

La ruta gastronómica

Durante el invierno, momento de noches largas y días congelados, donde las veredas se entibian con cientos de braseros, o en el verano donde la calle se convierte en la sala de reuniones de la ciudad, comer y compartir es la gran costumbre ljubljanesa. Algunos platos son clave. Las štruklji son albóndigas enrolladas que surgieron en los monasterios del siglo XVI. Para probar los más genuinos es aconsejable visitar Druga violina o Kratochwill Klobasarna, una especie de restaurante de comida rápida, que en esta ciudad, es súper slow.

El žganci o puré de maiz, conocido como pan a la cuchara es de los platos más extendidos, todos los comen en casa y es la comida perfecta para el invierno porque aporta mucha energía. La potica es el postre más famoso, similar a un pionono, se presenta con más de 80 rellenos diferentes, aunque el clásico es el de nueces, semillas de amapola, queso blanco y pasas. La cocina a base de cerdo es un clásico local. La salchicha Kranj o las morcillas son base de decenas de platos. La tradición señala que se debe comer caliente con chucrut o nabo agrio o bien fría con un pan untado con mostaza, acompañado con rábano picante rallado y una jarra de cerveza.

Las idrijski žlikrofi son croquetas a base de masa de fideos rellenas con papa y cebolla cocinadas en manteca de cerdo y panceta ahumada que las mujeres de los mineros preparaban para sus viandas. La receta está protegida por sello de origen. Das Ist Valter es uno de los restaurantes para probar esta propuesta.

Janez Bratovž es el mejor chef del país y reconocido en el mundo. En su restaurante, JB, la regla es “si los ingredientes son buenos, no hay necesidad de técnicas sofisticadas”. La experiencia allí implica 3 horas de diálogo y degustación de trucha, besugo, solomillo, ciervo, pulpo, anchoas… todos platos a base de ingredientes del mercado local.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-lugares/la-pequena-ciudad-vecina-de-italia-de-nombre-dificil-vida-slow-y-sorprendente-cocina-nid18042024/

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